Zapping
- La ficción histórica en
Chiapas
Por @Vlátido
Uno
El estado de Chiapas,
México, tiene una importante tradición respecto a la producción de ficciones
históricas, específicamente de novelas. Desde mediados de siglo XIX, época
considerada como el nacimiento de la novela histórica y de la literatura de
ficción en esta entidad, la historia, el pasado chiapaneco ha sido tema
recurrente.
Lo anterior se
puede observar con las novelas del escritor decimonónico Flavio Paniagua, quien
escribió Una rosa y dos espinas, Florinda, Salvador Guzmán o La cruz de
San Andrés, que recuperan las luchas entre liberales y conservadores,
quienes se disputaban el poder político y debatían sobre el modelo de nación
mexicana y de Estado chiapaneco.
Dos
Sin duda lo que ha
significado un ciclo de novelas y ficciones ha sido las que recrean los
levantamientos indígenas en Chiapas. A lo largo de la historia de esta entidad
se han registrado tres grandes rebeliones, a saber: la tzeltal de 1712, la tzotzil
de 1869 y la zapatista de 1994. Estos hechos históricos han significado una
larga tradición literaria. Es larga porque las novelas que han recreado estos
acontecimientos han sido varias, y porque esto ha sucedido desde finales del
siglo XIX hasta los albores del XXI.
Respecto a las
novelas y ficciones históricas que recrean la rebelión tzeltal de 1712, se
hallan Jovel, serenata a la gente menuda (1993), de Heberto
Morales Constantino; así como la obra de teatro Los agravios de su
ilustrísima (1994), de Alfredo Palacios Espinosa y el guion cinematográfico
Los embustes de San Tanás (2005), de Antonio Coello.
Asimismo, sobre
la rebelión tzotzil de 1869 se escribieron las novelas Florinda (ca. 1880),
de Flavio Paniagua; Oficio de tinieblas (1962), de Rosario
Castellanos, y Los confines de la utopía (1992), de Alfredo Palacios
Espinosa.
Finalmente,
sobre la rebelión zapatista de 1994 se han escrito Canción sin letra (1999),
de Heberto Morales; Nudo de serpientes (2004), de Alejandro
Aldana, y Morir al sur (2022), de Gabriel Velázquez, aunque esta última
no tiene como pretensión narrar este pasado, sino situar su historia en ese
espacio-tiempo. Además, la obra de teatro Acteal.
Guadaña para 45 de Héctor Cortés Mandujano dramatiza el contexto zapatista,
las estrategias de resistencia indígena y contrainsurgencia del Estado
mexicano.
Tres
Como desde ya podemos
intuir, la época de producción de las novelas y ficciones son las que
reconfiguran el pasado, reescriben la historia de las rebeliones y dialoga con
la historiografía y los contextos políticos en los que cada una de estas
ficciones se inscriben.
Así, por
ejemplo, Florinda acentúa el discurso y las representaciones indígenas
decimonónicas, que señalaban un enfrentamiento entre la civilización y la
barbarie; Oficio de tinieblas se
inscribe en discursos oficiales del Estado frente a un nuevo indigenismo en los
albores de la segunda mitad de siglo XX, mientras que Los confines de la utopía plantea un despertar indio, producto del
activismo campesino e indígena de la segunda mitad de siglo XX, momento de
escritura de la novela.
Por otro lado,
las novelas sobre el zapatismo muestran las condiciones de clase y las
orientaciones ideológicas de sus hacedores, pues, por un lado, representan el desencanto,
casi tragedia, de rancheros y pequeños propietarios, quienes fueron despojados
de sus propiedades por el Ejército Zapatista, en contraposición a la idea de
justicia que este hecho representa.
En cualquiera de
los sentidos, lo que puedo decir es que cada novela dialoga en el ámbito de la
representación con eso que llaman discursos de sobriedad, encarnados por la ciencia
social. Este diálogo obvia las pretensiones de verdad y busca situarse en el
espacio de lo simbólico, es decir, en la construcción de sentido y la
reelaboración del pasado.
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